El ser como fenómeno lingüístico

Vivimos inmersos en el lenguaje. Nos movemos, pensamos, sentimos y actuamos dentro de un entramado de palabras que nos permite comprender el mundo, a los demás y a nosotros mismos. Pero ¿y si el lenguaje no solo nos ayudara a describir lo que somos, sino que fuera lo que somos? En este artículo vamos a explorar la idea del ser lingüístico: una forma transformadora de mirar quiénes somos y cómo podemos cambiar.

El lenguaje, lejos de ser solo un vehículo de comunicación, es la matriz desde la cual emerge nuestra existencia. Esta afirmación puede parecer radical, pero tiene fundamentos sólidos en la filosofía, la ontología del lenguaje y los entrenamientos transformacionales. A lo largo de este artículo vamos a comprender cómo esta perspectiva puede abrirnos un nuevo espacio de posibilidades para ser, vivir y crear.

libro de distinciones transformacionales

El ser no como sustancia, sino como lenguaje

Durante siglos, la filosofía occidental concibió al ser como una sustancia: una entidad fija, inmutable, con una esencia propia. Esta visión esencialista del ser se mantuvo dominante hasta que el pensamiento contemporáneo introdujo un cambio radical: el ser es una construcción, no una sustancia.

El giro lingüístico en la filosofía del siglo XX, impulsado por autores como Ludwig Wittgenstein, Martin Heidegger y más tarde Michel Foucault, cuestionó profundamente la idea de que el lenguaje simplemente refleja la realidad. En lugar de eso, propusieron que la realidad es en gran medida una producción lingüística. Es decir, vemos lo que nuestro lenguaje nos permite ver.

Desde esta mirada, el ser ya no es una “cosa” que simplemente existe; es algo que ocurre en el lenguaje, que se manifiesta y se transforma en y por medio de las palabras. Ya no somos un “yo fijo”, sino una narrativa, una conversación, un relato que está en constante construcción.

La ontología del lenguaje: una nueva mirada al ser

La ontología del lenguaje, propuesta principalmente por Rafael Echeverría y basada en trabajos de Fernando Flores, plantea una idea potente: el lenguaje no solo describe el mundo, lo crea. Esta afirmación tiene consecuencias profundas: no somos seres que hablamos, somos seres que somos en el hablar.

La ontología del lenguaje no es una teoría filosófica más; es una forma de vivir. En este enfoque, se reconoce que cada uno de nosotros es un observador particular del mundo, y ese observador está constituido lingüísticamente. Lo que podemos ver, pensar y sentir depende del lenguaje que habitamos.

Echeverría propone que para transformar nuestra vida, no basta con cambiar conductas: necesitamos transformar al observador que somos. Y eso solo es posible al intervenir en el lenguaje. Así nace el ser lingüístico: un ser que no es, sino que se dice, se nombra y se construye.

El ser lingüístico en la vida cotidiana

Podríamos pensar que estas ideas son abstractas o filosóficas, pero tienen una aplicación inmediata en nuestra vida diaria. ¿Cuántas veces nos hemos definido con frases como “yo soy tímido”, “yo no sirvo para eso”, “no tengo suerte”? Cada una de esas declaraciones es una forma de construir un ser en el lenguaje.

El ser lingüístico implica reconocer que el lenguaje que usamos no solo describe nuestra experiencia: la genera. Si te dices a ti mismo que no eres capaz, probablemente actúes en consecuencia. Si cambias tu lenguaje y comienzas a declarar posibilidades, tu realidad también cambia.

Además, los juicios y etiquetas que recibimos de otros también nos moldean. Si alguien crece escuchando que “es un inútil”, esa frase puede llegar a instalarse como una identidad. Pero lo interesante es que ese ser construido puede ser reconstruido. Somos seres de lenguaje, y por tanto, seres re-creables.

El observador que somos: ser, hablar y transformar

Desde la ontología del lenguaje, todo observador está condicionado por su lenguaje. Vemos lo que nuestro lenguaje nos permite ver. Cambiar el observador es cambiar el mundo.

Esto se traduce en algo muy práctico: si quiero tener nuevos resultados en mi vida, no basta con intentar nuevas acciones desde el mismo observador. Necesito convertirme en alguien distinto. No porque el “yo” anterior fuera malo, sino porque está limitado por sus distinciones lingüísticas.

La transformación ocurre cuando, en vez de seguir repitiendo el lenguaje habitual, comenzamos a habitar nuevas palabras, nuevas formas de hablar y de escuchar. El lenguaje se convierte así en la herramienta principal para transformar el ser. No hablamos desde lo que somos: somos desde lo que hablamos.

El ser lingüístico en los entrenamientos transformacionales

En los entrenamientos transformacionales, el lenguaje no es solo un contenido. Es el territorio de trabajo. Estas experiencias buscan intervenir directamente en el lenguaje del participante para permitirle generar un nuevo observador y, desde ahí, una nueva forma de ser.

Se trabaja con herramientas lingüísticas como:

  • Declaraciones de posibilidad: afirmaciones que no describen el presente, sino que crean un futuro posible.
  • Pedidos y ofertas: prácticas que recuperan el poder de pedir lo que necesitamos y ofrecer lo que somos.
  • Juicios fundados: distinguir los juicios automáticos de aquellos que tienen fundamento, para evitar que nos limiten.
  • Compromisos y acciones: el lenguaje que genera realidad en el hacer.

En estos entrenamientos, el participante experimenta que su ser no está definido por su pasado, sino por su capacidad de declarar y actuar en un nuevo lenguaje.

El cuerpo y las emociones como lenguaje

Si bien hemos hablado del lenguaje verbal, es importante considerar que el lenguaje del ser también se expresa en el cuerpo y las emociones. En la ontología del lenguaje se entiende que cuerpo, emoción y lenguaje forman una tríada inseparable.

El cuerpo habla: nuestras posturas, gestos y movimientos son formas de lenguaje. Un cuerpo cerrado y contraído genera ciertas emociones y ciertos pensamientos. Un cuerpo abierto y presente, otros distintos. Cambiar el cuerpo es otra vía para transformar el ser.

Las emociones, a su vez, también son lenguaje. No son simples reacciones químicas, sino interpretaciones del mundo que dan lugar a posibilidades o restricciones. Una emoción de resentimiento no deja espacio para el perdón. Una emoción de gratitud genera apertura y conexión.

El ser lingüístico incluye al cuerpo y la emoción: somos lenguaje encarnado.

Transformar el ser a través del lenguaje

¿Es posible rediseñar quién soy? La respuesta desde esta mirada es un rotundo sí. El ser, al ser lingüístico, es transformable. Y para lograrlo, podemos practicar algunas acciones clave:

  • Escuchar activamente: salir del juicio y abrirse a nuevas interpretaciones.
  • Declarar posibilidades: usar el lenguaje para crear futuros que no estaban disponibles.
  • Redefinir la identidad: dejar de repetir “yo soy así” y abrirse a “yo puedo ser diferente”.
  • Tomar responsabilidad lingüística: observar qué lenguaje estoy usando y qué realidad estoy creando con él.
  • Habitar nuevas conversaciones: buscar espacios donde el lenguaje que se practica nos eleve.

Transformar el lenguaje no es adornarlo, ni usar frases bonitas. Es cambiar el suelo sobre el cual caminamos. Es reconocer que podemos elegir el lenguaje que habitamos, y con él, elegir también quiénes somos.

Conclusión

Entender que el ser es lingüístico transforma nuestra forma de vivir. Nos libera de la idea de que somos lo que nos tocó ser, lo que nos dijeron que éramos o lo que hemos repetido durante años. Nos invita a asumir que podemos ser autores de nuestro propio lenguaje, y por lo tanto, de nuestro propio ser.

Esta mirada no es solo conceptual. Es una invitación práctica a observar nuestras conversaciones, nuestras narrativas, nuestros juicios y nuestras declaraciones. Porque ahí, en lo que decimos (y dejamos de decir), se está jugando nuestra posibilidad de ser.

Cuando transformamos el lenguaje, transformamos el observador. Y cuando transformamos el observador, transformamos la vida.

Preguntas frecuentes

¿Qué significa que el ser sea lingüístico?

Significa que no somos entidades fijas, sino que nos construimos a través del lenguaje. El ser ocurre en el hablar, en lo que decimos y escuchamos.

¿Cómo influye el lenguaje en nuestra identidad?

El lenguaje moldea nuestras creencias, emociones, comportamientos y percepciones. Lo que decimos sobre nosotros define lo que somos capaces de hacer y de ser.

¿Por qué el lenguaje puede transformar al ser?

Porque el lenguaje no solo describe la realidad: la crea. Al cambiar nuestras narrativas y conversaciones, transformamos el observador que somos y, con ello, nuestros resultados.

¿Qué relación tiene esto con la ontología del lenguaje?

La ontología del lenguaje es el marco que sostiene esta mirada. Afirma que somos seres lingüísticos y que el lenguaje es generativo, no solo descriptivo.

¿Cómo puedo aplicar esta perspectiva en mi vida diaria?

Puedes empezar por observar tus conversaciones, declarar nuevas posibilidades, revisar tus juicios y practicar un lenguaje que te expanda en vez de limitarte.

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